Lo que voy a contar ahora es un relato de como aquel que acabé llamando amigo llegó hasta la región donde vivo hoy. El protagonista de esta anécdota responde al nombre de Xendar Boreas.
Boreas es un goliath, un ser descendiente de humanos y gigantes con una altura por encima de lo humanamente posible. No solo esto, sino que es el rey de su propio país, situado en una región al sur especialmente azotada por las ambiciones de la Asamblea, y esto ha obligado a todas las naciones de la zona a buscar formas de adquirir la fuerza necesaria para hacerles frente. Los detalles de cómo cada nación está buscando dicha fuerza escapan a mi conocimiento, así como al de Bóreas. Lo que sí os puedo afirmar es el método elegido por él:
Decidió coger un gran número de hombres de su ejército y prepararlos para una expedición al norte bajo su liderazgo. Para esto, bajo la promesa de ayudar en las futuras campañas de defensa, solicitó la colaboración de los países colindantes para defender el suyo en su ausencia, incluso si para ello tenía que renunciar a la corona. Estaba dispuesto a esto y más si de esa forma existía una mínima posibilidad de encontrar algo o alguien útil en sus viajes a regiones remotas.
Si se me permite dar mi opinión, esto es claramente una solución final desesperada. La razón por la que Boreas estaba dispuesto a dar la corona es sencillamente porque no contaba con que le fuera a ser necesaria una vez muerto. En sus viajes esperaba secretamente con encontrarse con algún héroe que decidiera luchar a su lado. Por supuesto, si ya de por sí podía ser complicado toparse con alguno de nosotros, las probabilidades de que además el héroe que encontraran no decidiera aniquilar a primera vista a un ejército de gigantes armados hasta los dientes era prácticamente nula. Dependían únicamente de la suerte.
Para el gozo de Boreas, sin embargo, cuando un tema trata tan solo de "tener suerte", y de ningún factor más, parece ser que pasa a ser de mi jurisdicción. Tras un arduo camino llegaron a la otra punta del continente, al Gran Pantano habitado por numerosas razas marinas, donde casualmente había decidido esconderme de las turbulencias del mundo.
Los pueblos del Pantano están en una posición política complicada. Antes de la noble decisión de nuestro Paladín anónimo, pertenecían a las tierras del Imperio del Rey Demonio, lo cual los libraba de visitas indeseadas y les permitía encargarse tranquilamente de sus propios asuntos. Tras la disolución del Imperio del Mal, los habitantes del Pantano tuvieron tiempo suficiente para darse cuenta de que eran más que capaces de autogobernarse, sin depender de nadie, por lo que se independizaron del nuevo gobierno que se estaba formando en la región del Este.
Pero no todo es tan sencillo en la política: que decidieran independizarse y que realmente se les permitiera eran cosas muy distintas, y únicamente se les había concedido la autonomía de forma temporal debido a la inestabilidad del nuevo Imperio. Era cuestión de tiempo que, una vez solucionados todos sus problemas más cercanos, volvieran la vista al Pantano. De hecho, ya habían enviado numerosas "embarcaciones diplomáticas" pidiendo su reanexión de forma pacífica, y por supuesto a estas embarcaciones no se les había permitido siquiera anclar cerca de la Capital. En adición a esto, un país de reciente creación que está a punto de entrar en guerra con otro es un terreno de expansión más que fácil, era cuestión de tiempo que esta situación llegara a los oídos de la Magna Asamblea y decidieran "ayudar" a los habitantes del Pantano contra el Imperio con tal de convertirlos en un estado satélite.
En medio de este conflicto a punto de estallar estábamos el ejército de Boreas, ajeno a la situación, y yo, dispuesto a huir a donde hiciera falta una vez todo se pusiera en marcha. Fue en este momento cuando se cruzaron los destinos de todos nosotros en Lodestone, una gran población al Oeste del Pantano donde yo tenía residencia.
La independización del Pantano también había permitido a su nuevo gobierno redefinir el concepto de ciudadanía de una forma mucho más permisiva: "es ciudadano del Gran Pantano todo aquel que se demuestre capaz de ello". De esta forma había nacido el Visado, una especie de prueba para decidir si alguien era digno de ser considerado ciudadano de la región. Dicho examen se realizaba únicamente en las dos grandes ciudades, la Capital y Lodestone, y generalmente consistía en una batalla pública entre el forastero o grupo de forasteros y algún representante de la población. Las batallas no tenían por qué ser físicas, yo mismo conseguí mi visado en un duelo de astucia retando a un examinador de Lodestone a un juego de estrategia. En el caso de Bóreas, sin embargo, era algo más complicado. Para grupos de gran tamaño, principalmente tripulaciones de grandes embarcaciones, solamente se le realizaba el examen a su capitán, dado que era quien debía responder por todos sus subordinados. No solo eso, sino que el examen era únicamente físico, dado que se asumía que un líder debía estar capacitado para reducir a cualquiera de los que representaba si este presentara indicios de rebeldía, tanto ante él como ante las leyes del Pantano.
A pesar de esto, la prueba no supuso mucho problema para nuestro goliath, ese día todo el pueblo de Lodestone pudo presenciar cómo Xendar Boreas derrotaba al representante mayor de la ciudad en una batalla reñida pero justa, y demostraba que sus ideales como líder eran impecables. No hizo falta nada más para que todos en su ejército fueran reconocidos como ciudadanos.